domingo, 31 de agosto de 2014

La Catedral por El de letras baratas

LA CATEDRAL


por El de letras baratas

cuento participante en la actividad de Twitter #microFS2



A finales del año 3150, el sol ya no contaba con la energía, el brillo y el calor que tuvo desde tiempos inmemoriales. La humanidad había agotado los recursos de la mayoría de los planetas conocidos, convirtiéndose en la mayor raza depredadora del universo. Una de las últimas naves terrestres que iban por el espacio encontró una pequeña formación muy cercana al astro rey.

La misión de explorar esa desconocida formación correspondió al viejo Alberth Smith, descendiente de una familia de astronautas y colonizadores intergalácticos, dada su vasta experiencia en pesquisas siderales. Recorriendo el sitio, halló una gigantesca y mística estructura con características de la arquitectura renacentista de la Tierra. Quedó embelesado con su belleza y majestuosidad.

Al entrar a la estructura, que parecía una iglesia, se cerraron las puertas. Todo se tornó oscuro, sentía miedo, pero su deseo de encontrar alimentos, medicinas o cualquier otro recurso que le permitiese sobrevivir a su tripulación era mayor. Con su antorcha fue caminando y observando las columnas internas, cuyas basas, fustes y capiteles estaban entretejidas por ramas. Nunca antes había encontrado algo con referentes tan terrestres: hasta parecían construidas por humanos, lo que mucho le extrañó. Ni un solo ruido, ni aire, todo en absoluta calma; pero se sentía observado.

Alberth siguió su travesía. No sabía lo que le aguardaba, sin embargo, luego de unos pasos, no pudo avanzar: llegó a un precipicio. Se agachó y pasó su mano por el suelo, una rama salió de éste, pero se desvaneció instantáneamente. A los lejos, contempló formaciones rocosas a las que no podía llegar. Estaban muy distantes y también contaban con estructuras hechas por columnas ramificadas. Con intriga las miraba.

Justo allí, al borde del precipicio, contempló un extraño eclipse que le abrumó. De pronto, se descubrió un satélite de gran resplandor. Le recordó a la luna, pero su luz era enceguecedora, se iba iluminando todo el interior de la infraestructura. Ocultos entre las ramificaciones de las columnas, había rostros humanos formando parte de éstas. Iban despertando a su paso, parecía que lo recibían y al mirarlos detalladamente, se trataba de sus seres queridos. Allí estaban a todos los que había perdido: sus padres, sus abuelos, también el tío Dylan, incluso una novia que tuvo en la adolescencia. Todos lo saludaban.

La luz siguió penetrando en toda la estructura, con rayos azulados y blanquecinos. Llegó un momento en el que Alberth ya no pudo ver más, perdió el sentido de la visión. Una ramificación salió del suelo, ascendió velozmente por la antorcha y cercenó su brazo derecho. Cayó rendido por el dolor. Estrepitosamente estalló su corazón, de su pecho emergieron cientos de raíces que se elevaron rápidamente y pasaron a formar parte de la estructura.

Allí, en el silencio abrumador, muy cercano al sol, permanece Alberth, ni vivo ni muerto, junto a sus seres queridos, formando parte de una catedral que es fuente de energía para el debilitado sol, haciendo posible la vida de los pocos seres vivos de la vía láctea.

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